El olivo es un árbol milenario asociado a la sabiduría y la paz, al que se le atribuyen extraordinarias propiedades alimenticias y nutricionales.

El más conocido entre sus variedades es el olivo silvestre o acebuche, un árbol común en el cercano oriente y también en el área mediterránea. Sus hojas, tallo y fruto tienen diversos usos entre ellos medicinales y alimenticios.

Su importancia para el comercio ha propiciado, entre otras razones, la necesidad de mejorar cada variedad o especie para obtener mayor calidad.

El injerto de olivo es una de las formas en que se multiplica la planta y se hace más productiva. En su forma más sencilla el injerto consiste en introducir un trozo de rama o una (o varias) yemas en otra planta a la cual se le da el nombre de patrón.

La mejor época para siembra olivos es en otoño o en primavera, cuando no hay riesgo de heladas.
El injerto de olivo es además de utilidad para modificar la variedad del fruto en árboles adultos y para estimular la producción en aquellos que por su avanzada edad tienen producciones tardías.

En el momento de realizar un injerto de olivo se debe tener claro los tipos de brotes o ramas correctos para obtener los injertos.

La rama o brote de un año es un tipo de brote que muestra perfectamente las yemas auxiliares en la base de la hoja, las cuales se convertirán con el tiempo en flor o madera. Estas ramas son las ideales para el injerto de púa, siempre y cuando cuenten con el debido grosor. Por su diámetro tan pequeño no se recomienda para injerto de escudete o chapa.

La rama o brote de dos años son las que ya han evolucionado a madera o fruto. En aquellas ramas que no han dado fruto se puede apreciar la yema auxiliar en la base de las hojas y aunque muchas de estas ramas suelen perder vigor, se recomiendan para el injerto tipo escudete o chapa.

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